Esas bases en el mundo no tienen por objeto combatir el narcotráfico o el terrorismo, sino defender los intereses imperiales de Estados Unidos
Por: Antonio Caballero
Fecha de publicación: 17/08/09
Recordaba pertinentemente Hugo Chávez en su entrevista a RCN que los Estados Unidos nunca han permitido que sus tropas estén bajo mando extranjero, ni siquiera en las misiones de Cascos Azules de la ONU. Con lo cual la afirmación de que en sus nuevas bases en Colombia se someterán a la autoridad de los oficiales colombianos no pasa de ser un? chiste. Recordaba también la lista interminable (o no terminada todavía) de gobernantes de América Latina derrocados por intervenciones militares gringas. Pues el imperio norteamericano -y en eso también tiene razón Chávez- tiene intereses superiores a los de su timonel de turno: Barack Obama es una anécdota.
Y esos intereses no pasan por los pretextos aducidos para la instalación de las bases, como fingen creer quienes las defienden: la ayuda a los gobiernos locales para combatir el terrorismo, y la ayuda para combatir el narcotráfico.
La ayuda contra el terrorismo -o sea, en el caso colombiano, la intervención en la guerra interna contra la subversión de las Farc- estaba explícitamente excluida del Plan Colombia tal como se firmó en tiempos de Andrés Pastrana y Bill Clinton. Sólo empezó a operar, bajo George Bush (y Pastrana: y creo recordar que sin consulta al Congreso), tras los ataques contra las Torres Gemelas de Manhattan, en 2001, cuando el gobierno norteamericano proclamó la "cruzada global contra el terrorismo": con el resultado, visible para quien quiera verlo, de que el terrorismo se ha multiplicado en el mundo. Pues en todas partes las guerras internas se agravan cuando los Estados Unidos deciden "ayudar": hasta en Irlanda.
En cuanto al narcotráfico, no está en los intereses de los Estados Unidos el acabar con él. Siempre han dicho, por lo demás, que sólo pretenden reducirlo a la mitad (con el consiguiente efecto de encarecer la droga, mejorando así el negocio de las mafias que la controlan); pero ni eso han conseguido. Como le recordaba Chávez, también pertinentemente, a la falsa ingenua Vicky Dávila de RCN, donde llegan las tropas gringas se dispara el consumo de droga. Y en cuanto a la producción, ¿se ha visto -por ejemplo- que la de opio haya disminuido en Afganistán desde que el gobierno de Bush les declaró la guerra (que sigue) a los talibanes? Al revés: se ha multiplicado. No sobra recordar que el consumo masivo de drogas es una invención norteamericana, que data de los tiempos de la guerra del Vietnam. Y, de pasada, que el negocio de la droga comenzó en Colombia -en los tiempos bucólicos y casi incruentos de la bonanza marimbera de los guajiros y los samarios- de la mano de los pilotos gringos veteranos del Vietnam que hicieron los primeros embarques. Y, por otra parte, treinta años de experiencia enseñan -o deberían enseñar a quien no esté voluntariamente ciego- que la guerra contra la droga es un completo fracaso, y ha agravado el problema en lugar de resolverlo.
Los que afirman, con aparente seriedad, que esa batalla se está ganando en Colombia, ¿es que no miran en torno? ¿Es que el elefante de la droga se mueve sigilosamente "a sus espaldas", como decía Ernesto Samper cuando descubrió que había ganado la Presidencia comprando las elecciones con dinero del cartel de Cali? Álvaro Uribe, al pedirles a sus parlamentarios que le votaran sus proyectos "antes de ir a la cárcel", reconoció tácitamente que también él le debía su presidencia a la droga: a los votos que los narcoparamilitares les pusieron a los candidatos del uribismo, y por supuesto a Uribe mismo, en las regiones rurales. Cualquiera que quiera ver ve que la droga sigue siendo el eje de la economía y la política colombianas. ¿O es que de verdad cree alguien que sólo las Farc la manejan? No, también las Farc. Y en cuanto a los que dicen, también con aparente seriedad, que gracias a la ayuda gringa (de la base de Manta en el Ecuador) se han podido hacer grandes incautaciones de droga que salía de Colombia rumbo a los Estados Unidos, en esas aguas territoriales colombianas cuyo control les debió Samper a los norteamericanos para que no se lo llevaran preso por narcotraficante, como habían hecho con el panameño Manuel Antonio Noriega ¿es que no se les ha ocurrido que sería más fácil -o por lo menos igual de difícil- hacer esas incautaciones en aguas norteamericanas, a la entrada, y desde bases en territorio norteamericano? Porque la droga sale de aquí: pero entra allá.
No: las bases militares norteamericanas -un centenar en todo el mundo- no tienen por objeto ayudar a perseguir el terrorismo ni ayudar a combatir el narcotráfico (al margen de que cuando lo hacen agrandan el problema). Tienen por objeto, desde la de Diego García en el océano Índico o la de Rota en España hasta la de Palmerola en Honduras y la de Palanquero en Colombia, defender los intereses imperiales de los Estados Unidos. Y esta defensa ha requerido numerosas invasiones a países latinoamericanos y aún más numerosos golpes militares (el más reciente es el de Honduras, hace un mes), como deberían saber los que defienden las bases, a la vez que niegan que sean bases.
Y si se engañan ellos mismos creyendo que el imperio es su amigo, que recuerden la suerte corrida por quienes se creían amigos del imperio: Mobutu del Congo, el Sha de Irán. Hasta Saddam Hussein de Irak se creyó su amigo cuando le dieron armas para que le hiciera la guerra a la Revolución Islámica de su vecino Irán: una guerra que a los dos países les costó millones de muertos.
Tiene razón Hugo Chávez cuando teme que las bases en Colombia tengan algo que ver con su Revolución Bolivariana. Lo laman paranoico. Es sólo realista.
Sábado 15 Agosto 2009
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