Noam Chomsky: Cuando los presidentes de Estados Unidos "hacen la paz" en América Latina
Barack Obama, el cuarto presidente de Estados Unidos en recibir el premio Nobel de la Paz, se une a los otros en la larga tradición de hacer la paz en tanto esta sirva a los intereses de EEUU.
Los cuatro presidentes dejaron su impronta en "nuestra pequeña región que nunca ha molestado a nadie", como dijo en 1945 el secretario de Guerra de EEUU, Henry L. Stinson, refiriéndose al hemisferio.
Dada la postura de la administración Obama hacia las elecciones en Honduras el pasado noviembre, bien valdría la pena examinar el historial.
Theodore Roosevelt. En su segundo período en la Presidencia, Theodore Roosevelt dijo: "La expansión de los pueblos de sangre blanca, o europea, durante los cuatro siglos pasados (...) ha estado plena de beneficios duraderos para la mayoría de los pueblos que habitan las tierras donde tuvo lugar la expansión", pese a lo que los africanos, nativos americanos, filipinos y otros beneficiarios pudieran creer erróneamente.
Fue, por tanto, "inevitable y deseable en el más alto grado, el bien de la humanidad en general, que el pueblo americano eventualmente desplazara a los mexicanos" al conquistar la mitad de México y "era totalmente imposible esperar que (los texanos) se sometieran al dominio de la raza más débil".
Recurrir a la democracia de las cañoneras para arrebatarle Panamá a Colombia, con el fin de construir el canal, fue también un bien para la humanidad.
Woodrow Wilson. Es el más respetado de los presidentes premiados, y para muchos también el que fue peor para América Latina.
La invasión de Haití ordenada por Wilson en 1915 mató a miles, restauró la esclavitud virtual y dejó gran parte de ese país en ruinas.
Demostrando su amor a la democracia, Wilson ordenó a sus infantes de Marina que disolvieran el Parlamento haitiano a punta de fusil por no haber aprobado "legislación progresista" que autorizara a corporaciones estadounidenses a comprar el país. El problema quedó resuelto cuando los haitianos adoptaron una constitución redactada por EEUU, bajo los fusiles de los marinos. Ese logro sería "beneficioso para Haití", aseguró el Departamento de Estado a los haitianos.
Wilson también invadió República Dominicana para garantizar su bienestar. Ambos países fueron dejados bajo el gobierno de crueles guardias nacionales. Décadas de tortura, violencia y miseria allí llegaron a nosotros como un legado del "idealismo wilsoniano", uno de los principios fundamentales de la política exterior de Estados Unidos.
Jimmy Carter. Para el presidente Carter, los derechos humanos eran "el alma de nuestra política exterior".
Robert Pastor, el asesor de Seguridad Nacional para América Latina de Carter, explicó algunas diferencias importantes entre derechos y política: lamentablemente, la administración tuvo que apoyar el régimen del dictador nicaragüense Anastasio Somoza; cuando eso llegó a ser imposible, mantener en el poder a la Guardia Nacional, adiestrada por EEUU, incluso después de que había estado masacrando a la población "con una brutalidad que una nación usualmente reserva para sus enemigos", asesinando a 40 mil personas.
Para Pastor, la razón es elemental: "Estados Unidos no deseaba controlar Nicaragua u otras naciones de la región, pero tampoco quería que la situación quedara sin control. Deseaba que los nicaragüenses actuaran independientemente, salvo cuando al hacerlo pudieren afectar adversamente los intereses de Estados Unidos".
Barack Obama. El presidente Barack Obama separó a EEUU de casi toda América Latina y Europa al aceptar el golpe militar que derrocó la democracia hondureña el pasado junio.
El golpe reflejó "una profunda división política y socioeconómica", publicó The New York Times. Para la "pequeña clase alta", el presidente hondureño Manuel Zelaya estaba convirtiéndose en una amenaza para lo que ellos llaman "democracia", o sea, el gobierno de "las fuerzas políticas y empresariales más poderosas del país".
Zelaya estaba iniciando medidas tan peligrosas como un aumento del salario mínimo en un país donde 60% de los habitantes vive en la pobreza. Tenía que irse.
Prácticamente solo, Estados Unidos reconoció las elecciones de noviembre (con Pepe Lobo como triunfador) celebradas bajo un régimen militar; "una gran celebración de la democracia", según Hugo Llorens, el embajador de Obama.
El respaldo también preservó el uso de la base aérea Palmerola de Honduras, cada vez más valiosa a medida que los militares estadounidenses están siendo expulsados de la mayor parte de América Latina.
Después de las elecciones, Lewis Anselem, el representante de Obama ante la Organización de Estados Americanos, sugirió a los atrasados latinoamericanos que deberían reconocer el golpe militar y unirse a Estados Unidos "en el mundo real, no en el mundo del realismo mágico".
Obama fue el primero en apoyar el golpe militar. El gobierno de EEUU financia el Instituto Internacional Republicano (IIR) y al Instituto Nacional Democrático (IND), que se supone deben promover la democracia.
El IIR apoya regularmente golpes militares para derrocar a gobiernos electos, más recientemente en Venezuela en 2002 y Haití en 2004.
Pero el IND se ha abstenido. En Honduras, por vez primera, el IND de Obama accedió a observar las elecciones bajo gobierno militar, a diferencia de la OEA y las Naciones Unidas, perdidos todavía en el mundo del realismo mágico.
Dadas las estrechas relaciones entre el Pentágono y los militares hondureños, y la enorme influencia económica estadounidense en ese país, hubiera sido un asunto sencillo para Obama unirse al esfuerzo latinoamericano y europeo por proteger la democracia hondureña.
Obama, sin embargo, prefirió la política tradicional.
En su historia de las relaciones hemisféricas, el académico británico Gordon Connell-Smith escribe: "Aunque ostensiblemente alienta la democracia representativa en América Latina, Estados Unidos tiene un fuerte interés en exactamente lo opuesto", aparte de "la democracia procedural, particularmente la celebración de elecciones, que con demasiada frecuencia han resultado un fraude".
La democracia funcional puede responder a los intereses populares, mientras que "Estados Unidos ha estado interesado en promover las condiciones más favorables para sus inversiones privadas en el extranjero".
Se necesita una gran dosis de lo que a veces ha sido llamada "ignorancia intencional" para no ver los hechos.
Tal ceguera debe ser cuidada celosamente si se desea que la violencia estatal siga su curso -siempre para el bien de la humanidad, como nos recordó Obama una vez más en su discurso al recibir el premio Nobel-.
© 2010 Noam Chomsky
Distribuido por The New York
Times Syndicate